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13/1/11

Mitos y Realidades de las Cruzadas (1095-1291 d.C.)

Mapa acerca de las Cruzadas y de las ordenes de caballeros (en Francés)
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Thomas Madden es un historiador estadounidense que recientemente, mediante la publicación de su libro Mitos de las Cruzadas (2002), busca desenmascarar los mitos de las Cruzadas.
Siendo que es un acontecer historico que me resulta apasionante en lo personal (tanto por su relevancia en la historia como por mi propia fe cristiana) quiero compartir con ustedes esta reciente investigación al respecto.

"Los cruzados no eran ávidos depredadores o colonizadores medievales, como afirman algunos libros de historia" es la aseveración del experto al concluir un estudio con nuevas revelaciones.

Thomas Madden, profesor asociado de la Facultad de Historia de la Universidad de San Luis (Estados Unidos) y autor de «A Concise History of the Crusades» («Breve Historia de las Cruzadas»), sostiene que los cruzados representaban una fuerza defensiva que no aprovechaba las propias empresas para ganar con ello riquezas terrenas o territorios.

Entonces veamos: ¿Cuáles son los errores historiográficos más comunes sobre las cruzadas y sobre los cruzados?

Algunos de los mitos más comunes y las razones de su falta de fundamento son los siguientes, según este Historiador:

Mito número 1:

Las cruzadas eran guerras de agresión no provocadas contra un mundo musulmán pacífico.

Esta afirmación es completamente errónea. Desde los tiempos de Mahoma, los musulmanes habían intentado conquistar el mundo cristiano. E incluso habían obtenido éxitos notables. Tras varios siglos de continuas conquistas, los ejércitos musulmanes dominaban todo el norte de África, Oriente Medio, Asia Menor y gran parte de España.

En otras palabras, a finales del siglo XI, las fuerzas islámicas habían conquistado dos terceras partes del mundo cristiano. Palestina, la tierra de Jesucristo; Egipto, donde nace el cristianismo monástico; Asia Menor, donde san Pablo había plantado las semillas de las primeras comunidades cristianas. Estos lugares no estaban en la periferia de la cristiandad sino que eran su verdadero centro.

Y los imperios musulmanes no acababan allí. Siguieron expandiéndose hacia Occidente, hacia Constantinopla y más allá llegando hasta los mismos confines de Europa. Las agresiones provenían por tanto de la parte musulmana. Llegados a un cierto punto, la parte que quedaba del mundo cristiano no tenía más remedio que defenderse, si no quería sucumbir bajo la conquista islámica.

Mito número 2:

Los cruzados llevaban crucifijos pero lo único que les interesaba era conquistar riquezas y tierras. Sus intenciones piadosas eran sólo una cobertura bajo la que se escondía una avidez rapaz.

Hace tiempo, los historiadores afirmaban que en Europa se había producido un aumento demográfico que llevó a un número excesivo de nobles segundones, adiestrados en las artes de la guerra caballeresca pero privados de la herencia de tierras feudales. Las cruzadas por tanto eran vistas como una válvula de escape que impulsaba a estos hombres guerreros a salir de Europa, hacia tierras por conquistar a expensas de otros.

La historiografía moderna, con la ayuda de la llegada de las bases de datos computerizadas, ha destruido este mito. Hoy sabemos que eran más bien los primogénitos de Europa los que respondieron al llamamiento del Papa en 1095 y a la consiguiente Cruzada.

Ir a una cruzada era una operación muy costosa. Los señores se veían obligados a vender o hipotecar las propias tierras para conseguir los fondos necesarios. Muchos de ellos, además, no tenían interés en constituir un reino de ultramar. Más o menos como los soldados de hoy, los cruzados medievales se sentían orgullosos de cumplir con su deber, pero al mismo tiempo deseaban volver a casa.

Tras los éxitos espectaculares de la primera cruzada, con la conquista de Jerusalén y de gran parte de Palestina, prácticamente todos los cruzados volvieron a casa. Sólo una mínima parte se quedó para consolidar y gobernar los nuevos territorios.

Asimismo el botín era escaso. Aunque los cruzados hubieran soñado con grandes riquezas en las opulentas ciudades orientales, prácticamente casi ninguno logró ni siquiera recuperar los gastos. Sin embargo, el dinero y la tierra no eran el motivo para lanzarse a la aventura de una cruzada. Iban a expiar los pecados y ganarse la salvación mediante las buenas obras en una tierra lejana.

Afrontaban gastos y fatigas porque creían que, yendo a socorrer a sus hermanas y hermanos cristianos en Oriente, habrían acumulado riquezas donde ni el orín ni la polilla las corroen.

Eran bien conscientes de la exhortación de Cristo, según la cual, quien no toma su cruz no es digno de Él. Recordaban también que «nadie tiene un amor más grande que quien da la vida por los amigos».

Mito número 3:

Cuando los cruzados conquistaron Jerusalén, en 1099, masacraron a todos los hombres, mujeres y niños de la ciudad, hasta inundar las calles de sangre.

Esta es una de las historias preferidas por quien quiere demostrar la naturaleza malvada de las cruzadas.

Ciertamente es verdad que muchas personas en Jerusalén encontraron la muerte después que los cruzados conquistaran la ciudad. Pero este aspecto se debe considerar en el contexto histórico.

El principio moral aceptado en todas las civilizaciones europeas o asiáticas premodernas era que una ciudad que se había resistido a la captura y había sido tomada por la fuerza, pertenecía a los vencedores. Y esto no incluía sólo los edificios y los bienes, sino los habitantes. Por esta razón, cada ciudad o fortaleza tenía que sopesar cuidadosamente si podía permitirse resistir a los sitiadores. Si no, era más sabio negociar los términos de la rendición.

En el caso de Jerusalén, se intentó la defensa hasta el último momento. Se calculaba que las formidables murallas de la ciudad habrían detenido a los cruzados hasta la llegada de una fuerza proveniente de Egipto. Pero estaban en un error. Y cuando la ciudad cayó, fue saqueada. Se dio muerte a muchos habitantes pero otros muchos fueron rescatados o liberados.

Según el criterio moderno, esto puede parecer brutal. Pero un caballero medieval podría hacer notar que un número mucho mayor de hombres, mujeres y niños inocentes mueren cada día mediante las modernas técnicas de guerra, comparados con el número de personas que podían caer bajo la espada durante uno o dos días. Hay que observar que en las ciudades musulmanas que se rindieron a los cruzados, la gente no fue atacada. Se incautaban sus propiedades y se les dejaba libres de profesar la propia fe.

Mito número 4:

Las cruzadas eran una forma de colonialismo medieval disfrazado con adornos religiosos.

Es importante recordar que, en la Edad Media, Occidente no era una cultura poderosa y dominante que se aventuraba en una región primitiva y retrasada. En realidad quien era potente, acomodado y opulento era el Oriente musulmán. Europa era el Tercer Mundo.

Los Estados Cruzados, fundados tras la primera cruzada, no eran nuevos asentamientos de católicos en un mundo musulmán, semejantes a las colonizaciones británicas en América. La presencia católica en los estados cruzados era siempre muy reducida, en general inferior al 10% de la población. Eran gobernantes y magistrados, comerciantes italianos y miembros de las órdenes militares. La gran mayoría de la población de los estados cruzados era musulmana.

No eran por tanto colonias en el sentido de plantaciones o fábricas, como en el caso de la India. Eran puestos de avanzadilla. La finalidad última de los estados cruzados era defender los santos lugares en Palestina, especialmente Jerusalén, y proporcionar un ambiente seguro para los peregrinos cristianos que visitaban aquellos lugares.

No había un país de referencia de los Estados cruzados con el que pudieran mantener relaciones económicas, ni los europeos obtenían beneficios económicos de estos estados. Por el contrario, los gastos de las cruzadas para mantener el Oriente latino gravaban fuertemente sobre los recursos europeos. Como posiciones de vanguardia, los Estados cruzados tenían un carácter militar.

Mientras los musulmanes combatían entre ellos, los estados cruzados estaban a salvo pero, cuando los musulmanes se unieron, fueron capaces de derrumbar las fortificaciones, tomar las ciudades, y en 1291 expulsar completamente a los cristianos.

Mito número 5:

Las cruzadas se hicieron también contra los judíos.

Ningún Papa ha lanzado jamás una cruzada contra los judíos. Durante la primera cruzada, una numerosa banda de malhechores, no pertenecientes al ejército principal, invadieron las ciudades de Renania y decidieron depredar y asesinar a los judíos que allí residían. Esto se produjo en parte por pura avidez y en parte por una errónea concepción por la que los judíos, en cuanto responsables de la crucifixión de Cristo, eran objetivos legítimos de la guerra.

El Papa Urbano II y los Papas sucesivos condenaron enérgicamente estos ataques contra los judíos. Los obispos locales y los otros eclesiásticos y laicos trataron de defender a los judíos aunque con poco éxito. De modo parecido, durante la fase inicial de la segunda cruzada, un grupo de renegados asesinó a muchos judíos en Alemania, antes de que San Bernardo lograra alcanzarlos y detenerlos.

Estas desviaciones del movimiento eran un indeseado subproducto del entusiasmo de las cruzadas pero no eran el objetivo de las cruzadas. Para usar una analogía moderna, durante la segunda guerra mundial algunos soldados estadounidenses cometieron crímenes mientras se encontraban en ultramar. Fueron arrestados y castigados por tales crímenes pero el motivo por el que habían entrado en guerra no era el de cometer crímenes.

Mito número 6:

Los Cruzados eran tan corruptos y viles que incluso tenían una Cruzada de niños.

La llamada “Cruzada de los niños” de 1212, no fue ni cruzada, ni ejército de niños. En Alemania hubo una particular muestra de entusiasmo religioso, que llevó a algunos jóvenes, en su mayoría adolescentes, proclamarse ellos mismos cruzados y comenzar una marcha hacia las costas. En el camino se ganaron mucho apoyo popular y no pocos forajidos, ladrones y pordioseros también. El movimiento se fragmentó en Italia y finalmente acabó, cuando, llegados al Mediterráneo, se les hizo imposible cruzarlo. El papa Inocencio III no convocó esta cruzada. En efecto, el papa repetidamente instó a los no combatientes a permanecer en casa, ayudando a la contienda por medio del ayuno, oraciones y limosnas. En este caso, elogió el entusiasmo de los jóvenes que marcharon tan lejos, pero les pidió que regresaran a sus casas.

Mito número 7:

El papa Juan Pablo II defendió a las Cruzadas.

Este en un mito extraño, en vista de que el papa fué muy criticado por no disculparse directamente por las Cruzadas, cuando se disculpó por todos aquellos cristianos que han hecho daño injustamente. Es verdad, Juan Pablo II recientemente se disculpó con los Griegos por el saqueo llevado a cabo en la cuarta Cruzada en Constantinopla, en 1204. Pero el papa Inocencio III, en su tiempo, expresó su aflicción por este acontecimiento. Este también, fué un trágico error en el que Inocencio III hizo todo lo posible por evitarlo.

Mito número 8:

Los musulmanes, que recuerdan vívidamente las Cruzadas, tienen una buena razón para detestar al Occidente.

Realmente el mundo musulmán recuerda tan bien a las Cruzadas como el Occidente. Esto es, incorrectamente. Esto no debe sorprender. Los musulmanes tienen como fuente de información acerca de las Cruzadas, las mismas historias podridas que las que usa el Occidente. Los musulmanes suelen celebrar las Cruzadas como una gran victoria para ellos, después de todo, ganaron. Pero los autores occidentales, ocupados por el legado del imperialismo moderno, han contaminado el sentido de las Cruzadas, promoviéndolas como guerras de agresión y pintando a los musulmanes como plácidas víctimas (Nota del T: Con el fin de incentivar hoy la agresión “justificada” en ellos, y así, los norteamericanos principalmente, tener un oponente a quien combatir, con todas las consecuencias implícitas en esto.) Al hacer esto, han invalidado siglos de triunfos musulmanes, ofreciéndoles a cambio su consolidación como eternas víctimas.

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